Blanca y Radiante va la Novia... desde 1840

Para decirlo en términos actuales, la Reina Victoria de Inglaterra fue una trendsetter.
Sí, el primer vestido de novia blanco no vio la luz hasta 1840 y fue confeccionado para su boda con el príncipe Alberto.

La reina Victoria y el Príncipe Alberto de Sajonia, 10 de febrero de 1840.


Hasta ese momento los vestidos de novia eran habitualmente negros y el blanco se reservaba para el velo de encaje, asociado tradicionalmente a la castidad, símbolo de pureza, inocencia y feliz comienzo.
La reina quería una ceremonia sencilla, pero Lord Melbourne, el primer ministro de la época y con quien mantenía una buena relación, la convenció para que cambiara de idea.


Detalle del vestido en satén de seda y encaje Honiton. Foto: Getty Images

Una decision patriótica.

Victoria eligió su traje en este tono no por que significase pureza sino por que era el que realzaba mejor la calidad del encaje, en un momento en que los fabricantes ingleses estaban haciendo verdaderos esfuerzos para mantener la industria a flote y pensó que era una buena forma de apoyarles. Además, la joven reina decretó que nadie más llevase blanco en su boda (marcando tendencia una vez más), e hizo destruir el patrón de su vestido para que nadie pudiera copiarlo en el futuro.
El día de su boda, Victoria llevó unos pendientes de diamantes de Turquía, un broche de zafiro y brillantes regalo de Alberto, zapatos de satén, guantes de piel de cordero blancos y una diadema de mirto y flores de naranjo (estas últimas también estaban bordadas en la cola del vestido, como símbolo de fertilidad).


Zapatos de satén de seda. Northamptonshire Museum

La Reina eligió 12 damas de honor para que la acompañaran en el cortejo, también vestidas con trajes blancos diseñados por ella misma y broches de turquesa con forma de águila. Esos broches fueron un regalo personal de la reina a cada una de ellas.

Broche de turquesas de las damas de honor

A pesar de que ese día llovió muchísimo, la gente salió a la calle para ver el carruaje dorado que llevó a la novia al palacio de Saint James. Aunque a Victoria no le gustaba el lugar, la ceremonia se celebró en la capilla real a la una en punto. Después del servicio, se cambió de vestido y se puso un gran tocado para asistir al banquete, que duró hasta las 4 de la tarde. Posteriormente, viajaron 3 horas hasta llegar al castillo de Windsor donde pasaron la noche y los tres días que duró la luna de miel.
El príncipe Alberto quería que ésta se prolongara durante dos semanas, pero Victoria le dijo que no podía estar tanto tiempo lejos del trabajo. Sin duda, a sus 20 años, la reina estaba muy comprometida con la monarquía.

La moda de las novias blancas fue imponiéndose lentamente entre las clases altas hasta generalizarse en Europa bien entrado el siglo XX. La innovación no fue recibida con entusiasmo debido a que el blanco era el color del luto en Francia. Después de la primera guerra mundial se extendió su uso, favorecido por el furor de los locos años 20, cuando todo lo nuevo y diferente era objeto de culto.